Imagínese que es viernes y acaba de tener su última clase. Son las once de la mañana y sale de McBryde, el edificio usado comúnmente para formar a las personas que se especializan en las artes liberales. Deja atrás las exigencias escolares: es el momento de emprender una nueva aventura. Pero, ¿cuál? Pues, no permitamos que la mente nos detenga, entonces demos un paseo por el campus de Virginia Tech, empezando en los escalones grises delante de McBryde.
Y a esto, el mundo responde. La gente le devuelve su sonrisa, dándole un saludo, incluyendo a los que no conoce. Una sorpresa agradable es la respuesta ambiental: se abren los sentidos para sentir íntimamente los sentimientos que realmente existen inconscientemente. Le están ofreciendo el olor refrescante de los árboles que están al lado de la Iglesia de War Memorial, los rayos del sol hacen que el césped sea más verde que lo que ningún dólar pueda ser jamás, y ¡con qué suavidad camina usted! El mundo se ha hecho una tercera dimensión casi virtual, como si cada paso fuera guiado por una presencia divina, lanzada sin esfuerzo.
Me desvío del tema. Con el paseo en progreso, deberá haber un destino al que Ud. se esté dirigiendo. Vámonos al Estadio de Lane, será una parada perfecta. Con la mente reabierta gracias al paseo y a los desconocidos que se cruzaron por el camino, agarre Ud. la primera sensación que encuentre, en este caso, el ritmo de su respiración. Al estar ubicada en las montañas (para los que sean extranjeros al área) Virginia Tech requiere una breve aclamación a las condiciones atmosféricas y por eso solamente su ritmo de respirar es un poco trabajoso. Sin embargo, en vez de substraerlo del paseo, lo hace más vivo, más real, porque la dosis de dolor provee la comprensión existencial que separa la vida de la muerte. Si no tuviera dolor, seguramente estaría muerto.
Ya habiendo pasado por el Drillfield y los dormitorios que lo rodean, Ud. está en el lado del campus con la más jeunesse. Esta parte es donde los alumnos del primer año habitan. Esto es obvio si se observa su ropa y sus caras desprevenidas ante la magnitud de buenos recuerdos que conformarán su porvenir. Aquí se encuentran muchos sitios para sentarse y disfrutar de las vistas y personas que, claramente, teniendo en cuenta la rapidez con que caminan, tienen todavía más exigencias académicas. Aquí, intente sentir las estelas acres de las mofetas que llenan el área junto con los aromas maravillosos viniendo de D2, el único buffet en el campus. Aquí, los colores brillan gracias a la multitud de diferentes tipos de árboles y arbustos. El verde domina todavía sin embargo, aunque con menor representación, el rojo y amarillo hacen efectiva su protesta. Al pasar por el campo común que separa los dormitorios de Ambler Johnston y Pritchard, finalmente deténgase para permitir que los pensamientos le alcancen: dé una vuelta y mire la estela que usted creó con plena autonomía. “Este es mi hogar fuera de casa.”